Y le fue dado un rollo del profeta Isaías, y tras abrir el rollo, encontró el lugar donde había sido escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí... (Lucas 4,17-18a traducido del texto griego Nestlé-Aland). BLOG DEDICADO AL ESTUDIO Y A LA INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Estudio bíblico sobre Mateo 5,13-16. Aporte para la Misa del 5° Domingo del Año (A)



 
13 Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. 14 Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. 15 Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. 16 Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo. (Mateo 5,13-16).



Introducción
 
La perícopa está determinada por la sección de las Bienaventuranzas (5,3-12) y la sección donde el autor sagrado describe las buenas obras de 5,16, es decir: 5,17-48. Entonces la sección litúrgica coincide totalmente con la perícopa bíblica: 5,13-16.
 
Asimismo, el evangelista utiliza la figura literaria "símil" para construir el mensaje.
 
La sal de la tierra
 
El v.13 tiene un sentido que es captado inmediatamente: la sal puede mantener su esencia o perder su esencia, puede salar o no salar, y si pierde su razón de ser ya no sirve para nada. Pero, al prestar más atención al texto surge algo contradictorio, porque si somos la sal de la tierra ¿por qué cuando ya no sirve es tirada y pisoteada? porque si es pisoteada es porque está en la tierra. Podría decir: "ustedes son la sal del mundo" y entonces sí habría un entendimiento inmediato y completo, porque el kosmos es la creación. Así, la gran pregunta que debemos hacernos es ¿qué es la "tierra"? para Mateo. ¿Será el planeta? Obviamente que no porque la Biblia nunca habla de "planeta" o "planetas".
 
La palabra griega que usa el evangelista es (gue), la utiliza el hagiógrafo de tres grandes maneras diferentes:
 
·         Como territorio: en Mt 2,6: "tierra de Judá"; Mt 2,20.21; 4,15; 5,5 (la tierra como la "tierra prometida"), 10,15 y otros.   
·         Como suelo, piso, en el campo: en Mt 10,29; 13,5.8.23; 25,18-25 y otros.
·         Como parte del todo que llamamos "creación" (cielo y tierra): Mt 12,40; 17,25; 18,18; 24,30.35 y otros.
 
De estos usos tienen sentido coherente en la perícopa el que se refiere a la tierra como territorio y como parte del todo "creación". Siendo así e introduciendo, heurísticamente, un elemento ajeno al texto como la comida, los alimentos, podemos interpretar que el cristiano le da sabor a su entorno así como la sal a la comida.
 
Pero ¿dónde está la comida en el texto? ¿es esto lo que quiere decir Mateo? La heurística nos ayuda a descubrir sentidos válidos para una relación vital con la Palabra de Dios, pero quizá no es el sentido original. Por eso, y vaya un comentario excurso, no se trata aquí, en este estudio o en cualquier otra actividad, de creernos los "dueños del Espíritu Santo", pero tampoco se trata de caer en la chapuza autodidacta que siempre se disfraza de "humildad" pero es falsa humildad, sino que más bien se trata de estudiar con esmero la Sagrada Escritura, de amar la Biblia, de tratar bien a la Palabra de Dios y tratar de dar lo mejor al Pueblo de Dios ¡eso es humildad! Además, saber sin confusión qué es lo que realmente estamos haciendo con la Biblia: estudiar, orar, predicar, un ejercicio espiritual, un ejercicio heurístico, etc.    
 
"El dicho sobre la sal debe entenderse en la versión más antigua de Q partiendo de la conclusión, como una amenaza".[1] El dicho (logion) sobre la sal es: "ustedes son la sal de la tierra".
 
Mc 9,49-50 contiene un dicho sobre la sal, pero no nos habla de la "tierra". Siguiendo el consejo de Ulrich Luz de ir a Q, entendemos primero que aquello que está en Mt y Lc y no está en Mc es de Q. Lc 14,34-35 dice: La sal es una cosa excelente, pero si pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve ni para la tierra ni para abono: hay que tirarla. ¡El que tenga oídos para oír, que oiga!. Acá hay algo interesantísimo, porque nos habla de la "tierra". Luego, la traducción "abono" de la versión argentina corresponde a la palabra griega koprían que quiere decir literalmente: estercolero. De hecho, nadie abona una plantación con sal, a menos que se trate de sal marina en proporciones muy reducidas a pequeñas plantas en macetas. Pero acá en el texto bíblico debemos ubicarnos en el siglo I y no en la complejidad del posmodernismo.
 
Otra interpretación posible está sustentada en que después del exilio las ofrendas a Dios siempre se debían salpicar con sal: Ez 43,24; Lv 2,13 como un gesto, un símbolo, que representa una obra: la perennidad de la alianza de Israel con Dios.

 
Ahora bien, según el aporte del padre Armando Levoratti, el horno de barro en Palestina era llamado "tierra".[2] En Job 28,5 versión Jerusalén 2009 dice: "La tierra que produce alimentos se trastorna por debajo con fuego". Esa "tierra" es el horno de barro. Una traducción literal del hebreo en Job 28,5 sería: "De la tierra sale el pan y debajo de ella está revuelto por fuego". También se utilizaba para fundir metales (cf. Job 28,2). El horno era alimentado por estiércol que para arder se le tiraba sal, al fondo del horno también se ponía una capa de sal como agente químico que hacía arder y mantenía el calor del horno. A orillas del Mar Muerto se encontraba la sal que los judíos usaban en sus hornos. Pero también este calor del horno hace que la sal pierda su salinidad, su esencia, su razón de ser. Así debe ser retirada y arrojada afuera: Ya no sirve para nada, sino para ser tirada (afuera) y pisada por los hombres.

 
Según Fred Wight[3] en la Palestina de los tiempos de Jesús habían varios tipos de hornos, incluyendo unos muy grandes y públicos, en los cuales las mujeres se turnaban para hacer el pan. De aprox. un metro de ancho por un metro y medio de alto, las llamas eran considerables a tal punto que Malaquías 3,19 hace una referencia escatológica tomando un horno como imagen literaria. Ahora también podemos entender mejor, de paso, Mc 9,49-50 y su contexto. Veamos una bonita ilustración con fines didácticos:
 
 La luz del mundo

 
Esta parte está bastante clara (v.14), solamente que no se debe interpretar qué es "la ciudad" con alegorismos. La ciudad es simplemente una ciudad visible.[4] La metáfora de la luz para los judíos es amplia, aunque es recurrente la relación con la vida, lo contrario es la oscuridad, la muerte. Adrián Leske ubica la imagen mateana la luz con su origen en Isaías 9,1-2; 42,6-7.16; 49,6; 51,4; 48,8.10; 59,9 encontrando un clímax en Is 60,1-3.[5]
 
Mateo, que escribe un evangelio moralista, relaciona la luz con la moral. Por eso, termina la perícopa diciendo: Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo. Esas obras son descriptas en 5,17-48, son obras de los discípulos hacia el prójimo a fin de dar gloria a Dios. Esto es muy importante porque nuestras obras no son para que nos aplauda el mundo, para hacernos famosos, sino para que el mundo aplauda a Dios, Él debe ser el "Famoso". La constitución dogmática sobre la Iglesia "Lumen Gentium" del Concilio Vaticano II comienza diciendo: "la luz de los pueblos es Cristo" (lumen gentium cum sit Christus).
 
Para que nuestra esencia cristiana no se desvanezca: ser sal de la tierra y luz del mundo significa que el mundo pueda ver a Cristo, a pesar de nuestros "vedettismos" y complejos, muchas veces, obstaculizantes. 
 
¡Sólo a Dios sea la gloria!
 
 
Prof. Mauricio Shara    




[1] Ulrich Luz, El Evangelio según san Mateo. Tomo I. Salamanca, Sígueme, 1993, 300.
[2] Seguimos a Armando Levoratti, Evangelio según san Mateo en Comentario Bíblico Latinoamericano, Navarra, Verbo Divino 2007, 304.
[3] Cf. Fred Wight, Usos y costumbres de las tierras bíblicas, Michigan, Portavoz, 1981, 47-49.
[4] Ulrich Luz, El Evangelio, 308-309.
[5] Adrián Leske, Mateo en Comentario Bíblico Internacional, Navarra, Verbo Divino, 2005, 1156-1157.

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